Qué es:
El trastorno reactivo
de la vinculación es una enfermedad excepcional, pero grave, en la cual un bebé
o niño pequeño no establece vínculos saludables con los padres o personas
responsables del cuidado. El trastorno reactivo de la vinculación puede
manifestarse si no se cumplen las necesidades básicas del niño en cuanto a
comodidad, afecto y nutrición, ni se establecen vínculos estables de cariño y
cuidados con los demás.
Criterios diagnósticos:
A.
Relaciones sociales en la mayor parte de los contextos sumamente alteradas e
inadecuadas para el nivel de desarrollo del sujeto, iniciándose antes de los 5
años de edad, y puestas de manifiesto por (1) o (2):
(1) incapacidad persistente para iniciar la
mayor parte de las interacciones sociales o responder a ellas de un modo
apropiado al nivel de desarrollo, manifestada por respuestas excesivamente inhibidas,
hipervigilantes, o sumamente ambivalentes y contradictorias (p. ej., el niño
puede responder a sus cuidadores con una mezcla de acercamiento, evitación y
resistencia a ser consolado, o puede manifestar una vigilancia fría)
(2)
vínculos difusos manifestados por una sociabilidad indiscriminada con acusada
incapacidad para manifestar vínculos selectivos apropiados (p. ej., excesiva
familiaridad con extraños o falta de selectividad en la elección de figuras de
vinculación)
B. El trastorno del Criterio A no se explica
exclusivamente por un retraso del desarrollo (como en el retraso mental) y no
cumple criterios de trastorno generalizado del desarrollo.
C. La crianza patogénica se manifiesta al
menos por una de las siguientes características:
(1) desestimación permanente de las
necesidades emocionales básicas del niño relacionadas con el bienestar, la
estimulación y el afecto (2) desestimación persistente de las necesidades
físicas básicas del niño (3) cambios repetidos de cuidadores primarios, lo que
impide la formación de vínculos estables (p. ej., cambios frecuentes en los
responsables de la crianza)
D. Se supone que el tipo de crianza descrita
en el Criterio C es responsable del comportamiento alterado descrito en el
criterio A (p. ej., las alteraciones del criterio A empezaron tras la
instauración de los cuidados patogénicos que aparecen en el Criterio C).
Código basado en el tipo: F94.1 Tipo
inhibido: si predomina el Criterio A1 en la presentación clínica F94.2 Tipo
desinhibido: si predomina el Criterio A2 en la presentación clínica
Curso:
El inicio del
trastorno reactivo de la vinculación suele aparecer en los primeros años de la
vida y, por definición, antes de los 5 años. Su curso parece variar en función
de factores individuales del niño y de los cuidadores, la gravedad y la
duración de la privación psicosocial asociada, y la naturaleza de la
intervención. Si se suministra un apoyo ambiental adecuado, pueden producirse
remisiones o mejorías considerables. De otro modo, el trastorno discurre según
un curso continuo.
Prevalencia:
Son
limitados los datos epidemiológicos, pero el trastorno reactivo de la
vinculación parece ser muy poco frecuente.
Diagnóstico diferencial:
Los
movimientos estereotipados pueden asociarse a retraso mental, sobre todo en
sujetos situados en ambientes no estimulantes. El trastorno de movimientos
estereotipados sólo debe diagnosticarse en sujetos cuyo comportamiento
estereotipado o auto lesivo sea lo bastante grave para constituir un objetivo
terapéutico. Movimientos estereotipados repetitivos son una característica de
los trastornos generalizados del desarrollo. El trastorno de movimientos
estereotipados no se diagnostica si las estereotipias se explican mejor por la
presencia de un trastorno generalizado del desarrollo.
Las compulsiones del
trastorno obsesivo-compulsivo suelen ser más complejas y ritualistas, y se
realizan como respuesta a una obsesión o siguiendo normas que deben aplicarse
rígidamente. Es relativamente sencillo diferenciar los movimientos complejos
característicos del trastorno de movimientos estereotipados de los tics simples
(p. ej., parpadeo), pero es menos fácil el diagnóstico diferencial con tics
motores complejos. En general, los movimientos estereotipados parecen ser más
motivados e intencionados, mientras que los tics tienen una calidad más
involuntaria y no son rítmicos.
Por definición, en la tricotilomanía el
comportamiento repetitivo se limita a tracciones del cabello. Las lesiones
autoinducidas del trastorno de movimientos estereotipados deben distinguirse
del trastorno facticio con predominio de signos y síntomas físicos, donde la
motivación de la autolesión es asumir el papel de enfermo.
La automutilación
asociada a ciertos trastornos psicóticos y trastornos de la personalidad es premeditada,
compleja y esporádica, y tiene un significado para el sujeto dentro del
contexto del trastorno mental grave subyacente (p. ej., es el resultado de un
pensamiento delirante). Los movimientos involuntarios asociados a enfermedades
neurológicas (como en la enfermedad de Huntington) suelen seguir un patrón
típico, estando presentes los signos y síntomas del trastorno neurológico en
cuestión. Los comportamientos autoestimulantes de los niños pequeños propios de
su nivel de desarrollo (p. ej., succión del pulgar, balanceo y cabeceo) suelen
ser muy limitados y pocas veces producen lesiones que requieran tratamiento.
Los comportamientos autoestimulantes en individuos con déficit sensoriales (p.
ej., ceguera) no suelen ocasionar disfunciones ni autolesiones.
Estudios de laboratorio:
Si
hay comportamientos autolesivos, los datos de laboratorio reflejarán su
naturaleza y gravedad (p. ej., anemia por pérdida crónica de sangre a causa de
una hemorragia rectal autoinfligida).
Puede haber hallazgos de laboratorio
coherentes con malnutrición.
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